miércoles, 8 de marzo de 2017

Candela

Candela no era madre. Tampoco esposa. Hija a ratos. Hermana solo en la memoria. Candela era mujer. Guerrera y algo perezosa. 

Así se presentaba cuando conocía a alguien, y con sonrisa inocente, le preguntaban que era. "¿Tiene niños? ¿Es usted madre?" Y ella, subiendo las gafas de sol hasta la coronilla y arqueando las cejas con mofa, decía entre una risita pícara "Mire usted, hijos no tengo y tampoco los quiero. Yo soy mujer, que suficiente trabajo es ya." 

La gente la miraba con curiosidad, como si fuera un espécimen raro que tuvieran que estudiar, entender, descubrir los secretos que escondía para así poder desenredar lo que fuera que hubiera dentro de su mente. ¿Ser mujer y no ser madre? ¿Ser mujer y no ser esposa? ¿Ser solo mujer? Demasiado raro y sospechoso. Algo tenía que haberse roto dentro de ella. Y es que Candela, con todo el genio con el que nació, no veía necesario echarse a la espalda batallas que no tenía fuerzas para librar. "Ser madre es algo que se hace por vocación, como el ganchillo o la cerámica. Tienes que tener ganas para hacerlo, porque si no te sale un batiburrillo que ni es niño ni es nada. Una criatura necesita de la energía completa de una persona, y yo esa energía ya la gasto en ser alguien. Madre no, por supuesto." Y se reía en voz alta, dando un trago a la cerveza y encendiéndose un cigarrillo. 

Candela no tenía marido, pero si amantes. Algunos decían que los coleccionaba, y con ese algunos me refiero a su padre. Llevaba la cuenta de cada chico que salía de su casa. Inconvenientes de vivir puerta con puerta con tus padres. Siempre que la veía era el mismo cuento. "Si quieres vivir la vida, vívela. Pero sienta la cabeza de una vez, hija mía." Y Candela, que era descarada por elección propia e imprudente de nacimiento, alzaba la voz, sacaba pecho y daba un golpe en la mesa, haciendo temblar los platos de lentejas. "Yo la cabeza la tengo muy sentada, gracias. Tengo una casa, un trabajo que es la ostia y una vida con la que estoy muy contenta. ¿Qué más quieres?". Su padre no decía nada, solo la miraba, resoplaba y volvía a su plato de lentejas con la cabeza agachada. "Pues hijos", pensaba el hombre ", lo que cualquier mujer debe de tener.". Si Candela no se comprometía con nadie era porque era libre. De esta forma tenía lo que quería, tanto ella como sus amantes, que no era más que un par de horas de sexo y una charla ligera después, en la que ninguno de los dos presta atención pero aun así hablaban, disfrutando de la intimidad proporcionada por un coito pasajero. Candela podía elegir, y ella amaba poder hacerlo. Si algún día quería algo serio, ya lo buscaría. Por ahora estaba mejor así, sola, acompañada a ratos, y con una casa entera para ella. Sin pelos en la ducha ni migas en la encimera. 

Durante el café de las tres y media con Sofía, la amiga que siempre está ahí para pasarte una compresa por debajo en los baños, la conversación siempre acababa de la misma manera. Candela aceptaba el cigarrillo encendido de la mujer, y dando una calada más larga de lo habitual, soltaba el humo con una elegancia casi impropia de ella. "Tenemos que luchar por cada maldito derecho, aguantar que nos toquen los cojones mientras sangramos cada puñetero mes. Tenemos que arrancar cada mínimo pelo de nuestro cuerpo, porque si no el mundo entero se escandaliza. Estar delgadas porque si no significa que te has dejado. Y aun así, parece que no es suficiente. Necesitan que tenga un chiquillo, que le ponga un nombre ridículamente de moda y que deje todo a un lado para dedicarme a él. Y si no te dicen que tu tranquila, que puedes ser trabajadora, madre y malabarista ya de paso. Pero, oye, que si lo haces, si dejas al pequeñajo en la guardería para irte a trabajar es que eres una mala madre, que no piensas en la criatura y que prefieres tener una carrera brillante. Pues mira, yo no voy a pasar por el calvario de un embarazo para acabar con los bajos hechos trizas y un bebé que no quiero. Si ya lo dice mi madre, que los bebés son monos, pero cuando son de otro." 

Candela era  luchadora, trabajadora, solitaria, sexual, sincera, clara, gruñona y creativa. Canela era la persona que quería ser, al margen del mundo, de los juicios vacíos y las miradas acusadoras. Candela era mujer. 

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